viernes, 14 de diciembre de 2007

Un día en la vida de un diabético

**La Voz del Interior - Córdoba 12/11/2007 *

Se calcula que una de cada cinco personas mayores de 65 años tiene
diabetes. En nuestro país, hay alrededor de dos millones de personas que la
padecen. De ellas, se supone que un 35 por ciento no están enteradas, ya que
en el 85 por ciento de los casos, es asintomática.
En la mayoría de los casos es una enfermedad derivada de la obesidad. Es el
factor de riesgo más importante porque determina la insulino-resistencia,
que lleva al agotamiento de la función del páncreas. Pero más allá de esta
causa, hay otros motivos que pueden producir esa disfunción. Y si el
páncreas fabrica poca insulina, se dificulta el ingreso de la glucosa a las
células y la persona acusa falta de energías. De allí, la necesidad de su
administración.
Para enterarnos de cómo se vive con la diabetes, se presentan aquí dos
historias de vida unidas por el apego a la diaria rutina de los chequeos y
la compensación hormonal.
*Diabetes infantil tipo I. *Juan Bautista (9 años) convive con su diabetes
tipo I (insulino-dependiente), una enfermedad autoinmune, desde los 6.
Gracias a que su padre es médico, pudieron sospechar y detectarla enseguida.
Hoy se mide el nivel de glucosa cuatro veces por día antes de cada comida.
Utiliza el aparato medidor de glucemia digital. "Se pincha, coloca la gota
de sangre sobre una tira reactiva que está conectada al aparato y lee en
números, el nivel de glucemia de ese momento", dice su mamá.
Se aplica insulina basal por lo menos dos veces por día, antes de desayunar
y antes de cenar. "Según los niveles de glucemia que van surgiendo en el
día, le damos también otra insulina de acción más rápida. Si, por ejemplo,
un día prevemos que va a comer una cantidad mayor de hidratos de carbono,
acompañamos esa ingesta con más insulina para que en la próxima medición el
valor no esté tan alto", acota. Felizmente, su familia tiene una prepaga que
le cubre todo el costo del tratamiento. "Como es una enfermedad que está
dentro del PMO –Plan Médico Obligatorio–, tanto la obra social como la
prepaga deben hacerlo", afirma la entrevistada.
Superado el shock de la noticia, hoy toda la familia vive una vida normal.
"Lo más difícil de aceptar es la rigidez de los horarios para tener los
niveles de glucosa controlados. Sé que a Juan Bautista le gustaría romper la
rutina y vivir con más espontaneidad. Aunque quisiera, no podría irse a la
cama sin cenar. Muchas veces, al regreso de un cumpleaños, los chicos se van
a dormir sin cenar. Eso en nuestra vida es imposible. Como se aplica
insulina por la noche, tiene que ingerir una cierta cantidad de comida para
poder pasar la noche. A veces, también lamenta no poder comer todo lo que
quisiera o todo lo que comen sus compañeritos. Como es chico, todavía
protesta", cuenta su madre. Claro que puede comer unos chocolates
especiales, pero siempre en una cantidad acotada y con cierta dosis de
insulina administrada. De todos modos, su mamá reconoce que ha concientizado
la situación.
Cuando le baja el nivel de glucemia, Juan Bautista siente una sensación de
hambre muy profunda, acompañada de malestar. A veces se pone pálido. "Hay
que levantar esa hipoglucemia con azúcar y a los 15 minutos tiene que comer
una fruta o un pancito. Si ya es la hora de comer, eso se suple con la
comida que llega", dice la madre.
Juan Bautista va a la escuela de doble jornada. Tiene dos hermanos y muchos
amigos. Hace varios deportes. Va a los campamentos del colegio y con la
ayuda de los profesores, sigue su tratamiento al pie de la letra. "En
nuestra vida, la diabetes no nos pesa. La llevamos como un acompañante más.
Hay días en que ni siquiera nos acordamos de ella. Medimos las glucemias por
una cuestión de hábito y cuando son estables, celebramos que todos podamos
hacer una vida normal", relata. Y nos confiesa que a partir de esta
enfermedad, Juan Bautista pudo plantarse en la vida de otra manera y hacer
muchos cambios personales positivos.
*Diabetes tipo II adquirida. *Guillermo tiene 57 años y padece una
epilepsia. Adquirió una diabetes tipo II como consecuencia de la aplicación
de sueros dextrosados con corticoides para descomprimir un edema cerebral,
producido a posteriori de una biopsia que felizmente, dio negativa.
Hoy toma una batería de medicamentos. Unos 15 minutos antes de cenar, se
aplica ocho unidades de insulina humana para asegurar que durante la noche
los valores se normalicen y el páncreas trabaje. El médico le ha dicho que
en el caso de la diabetes tipo I, el páncreas deja de trabajar, pero en los
del tipo II, "se pone dormilón y no quiere trabajar". "Con ese toquecito de
insulina más la medicación que tomo, conseguimos hacerlo trabajar. De
niveles que superaban los 200 mg/dl de glucemia en sangre, llegamos a tener
valores 90", dice.
Su obra social le cubre el 70 por ciento de la medicación diabetológica y el
ciento por ciento de la insulina. El laboratorio le obsequió la jeringa.
Recibe 400 tiras reactivas por año. "Necesitaría hacer la medición tres
veces por día. A 365 días por año, requeriría 1.095 tiras. Tendría que
comprar las tiras faltantes. Atendiendo esta cuestión de costos, de común
acuerdo con mi médico, me mido una vez, o dos, como mucho", relata.
En el caso de Guillermo, no bien le baja el nivel de glucosa, siente que la
mano empieza a temblarle. Pero, además, siente frío cuando la temperatura es
templada o cálida. "Cuando veo que estoy con pulóver y los demás no lo usan,
me doy cuenta y me mido. A veces me da 42, cuando el mínimo es 65. Entonces
como dos cucharadas de azúcar, si estoy en casa; o me pongo en la boca uno
de los dos caramelos específicos que llevo en el bolsillo para cuando estoy
caminando por la calle y siento un ligero mareo. Unos 20 minutos después, se
restablece el nivel", agrega.
"Si, en cambio, el nivel de glucosa sube, me doy cuenta por la sequedad de
la boca. Cuando la boca está con saliva, ya sé que está dentro del valor
normal o más bajo. Si al despertarme siento esa sequedad, lo primero que
hago es pincharme y medirme. Si me da un valor excedido, reduzco la ingesta
permitida ese día", afirma.
Guillermo también hace una vida normal. Es un jubilado con una vida muy
activa. Siempre está arreglando y pintando alguna parte de su casa, o
haciendo trabajos de carpintería para los hijos que aunque ya dejaron el
nido, siguen demandando. Además, sale a andar en bicicleta con su mujer casi
todas las tardes y frecuenta a sus amigos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me senti muy identificada con el relato, no soy diabetica pero mi novio si lo es.
Desde que estamos juntos empecé a aprender qué es la enfermedad, cómo se trata, qué comer, cómo cocinar, a leer con mas detenimiento las etiquetas de los alimentos y a buscar que significaban palabras como maltodextrina, sacarosa, etc.
Es tal cual, nos ponemos contentos los 2 cuadno los niveles de glucosa son normales y nos cuestionamos que hicimos mal cuando los niveles suben.
Entre los 2 estamos aprendiendo a vivir con la diabetes, como le digo siempre a mi amor "si le ponemos onda la podemos manejar"
Muchas gracias a todos los que aportan recetas y consejos.
Saludos!!

Anónimo dijo...

La verdad yo tampoco no lo esperaba que mi novio la tuviera..me costò mucho aceptarlo,me pareciò que el mundo se vino abajo..pero en fin si hay amor lo puedo superar.Ahora investigo referente a ello y lo aceptamos y convivimos con ello..pero tambièn tengo la esperanza para las futuras generaciones tengan un nuevo avance ya que seguramnte la ciencia avanzará para este mal...positivamente.ànimo a todos lo que la padecen y por favor mucho apoyo y comprensiòn de sus seres queridos.